02/12/2025 | Josu Reparaz

Día del Euskera, homenaje a quienes nunca se rindieron
Cada 3 de diciembre celebramos el Día del Euskera, pero detrás de esta fecha hay una historia de lucha, coraje y esperanza. El euskera no ha sido solo una lengua; ha sido un símbolo de identidad, resistencia y amor por nuestra tierra. Cada palabra pronunciada hoy, cada libro, canción o lección impartida en esta lengua, es fruto del esfuerzo silencioso y persistente de miles de personas que se negaron a aceptar su desaparición.

Durante décadas, hablar en euskera era un acto de valentía. Bajo la represión franquista, quienes defendían su lengua lo hacían en secreto, con miedo a sanciones y humillaciones. Sin embargo, esa adversidad no apagó su pasión; la multiplicó. Fue en esos años de silencio y clandestinidad donde germinaron las semillas de lo que hoy conocemos como el movimiento de las ikastolas.

Las ikastolas no surgieron por casualidad. Fueron el fruto de una conciencia colectiva que comprendía que la educación en euskera era la herramienta más poderosa para garantizar su supervivencia. Hombres y mujeres comprometidos, muchos sin formación pedagógica formal, pero con una firme convicción, crearon centros donde los niños y niñas podían aprender y vivir el euskera como lengua viva. No solo enseñaban palabras; transmitían cultura, memoria y orgullo. Cada aula se convirtió en un refugio donde el euskera respiraba, se escuchaba y se celebraba.

El impacto de las ikastolas ha sido profundo y duradero. Gracias a ellas, generaciones enteras han crecido con la certeza de que hablar euskera no solo es posible, sino natural y necesario. Este movimiento no solo preservó la lengua; la revitalizó. Creó comunidades, fortaleció identidades y demostró que una lengua no es solo un medio de comunicación, sino un vínculo emocional y social que nos conecta con nuestra historia y nuestro entorno.

La normalización del euskera no ha sido un camino lineal ni exento de dificultades. La lucha continúa en la administración pública, los medios de comunicación y la vida cotidiana. Cada esfuerzo por visibilizar la lengua, cada iniciativa para integrarla en la vida urbana y digital, es un homenaje silencioso a quienes lucharon antes que nosotros. Y, al mismo tiempo, un recordatorio de que debemos seguir trabajando, no solo por conservar lo que tenemos, sino por expandirlo, por hacer del euskera una lengua viva y plena en todos los rincones de nuestra sociedad.

El Día del Euskera es, por tanto, mucho más que un acto simbólico. Es un compromiso, una llamada a la acción y un tributo. Es reconocer que detrás de cada palabra en euskera hay historias de sacrificio y resiliencia. Hombres y mujeres que, enfrentándose a la adversidad, imaginaron un futuro en el que sus hijos podrían aprender, jugar y soñar en su lengua materna. Gracias a ellos, el euskera no solo sobrevive: florece.

Hoy, mientras celebramos este día, debemos mirar hacia atrás con gratitud y hacia adelante con determinación. Debemos educar, promover, crear y, sobre todo, hablar. Porque cada conversación en euskera es un acto de resistencia, un homenaje a quienes nunca se rindieron y una semilla para quienes todavía tienen que aprender a amar esta lengua.

El euskera es nuestro patrimonio más valioso, y cada 3 de diciembre nos recuerda que la lucha por su normalización no es un acto del pasado, sino un compromiso presente. Que este día nos inspire a ser guardianes de la lengua, defensores de nuestra cultura y continuadores del legado de aquellos visionarios que, con coraje y determinación, sembraron las ikastolas como faros de esperanza.
Que cada palabra en euskera que pronunciemos hoy sea un aplauso silencioso a quienes lucharon, un canto de orgullo y una promesa de futuro. Porque, al final, el euskera no solo nos pertenece; somos nosotros quienes pertenecemos a él.


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